Flamenco con dinero público versus flamenco con dinero privado
- Publicado en Las Cosas
Con el dinero público, en muchas ocasiones, hay un límite a partir del cual un supuesto servicio público se desvirtúa, pasando a situarse como objetivo principal hacer un curioso negocio fácil. En el flamenco también sucede.
No solamente es posible, también es necesario que las instituciones públicas gasten dinero en actividades culturales. Conciertos, festivales, bibliotecas, exposiciones, todo tipo de actividades. Es maravilloso que se construya cultura usando una parte de ese dinero que todos estamos obligados a entregar a hacienda, esos euros que entregamos a diario, a veces a través del IVA en nuestras compras, otras veces con impresos en un banco. Por supuesto, siempre que se haga dentro de un orden lógico, como que los conceptos estén al mismo precio de mercado que en el mundo real, porque se trata en teoría de incentivar el desarrollo del mundo real, no de arrasar con lo que suceda en el mundo real.
Si la Junta de Andalucía designa a alguien como director de un centro flamenco, que además de cobrar todos los meses como director del centro también trabaje como director de ese centro. Ese caso curioso que hemos visto en los últimos días en diferentes medios de comunicación, alguien que después de tres años cobrando más de 2.000 euros al mes como director de un centro flamenco, él mismo confesó en una entrevista desconocer dirigir ese centro, cuando le preguntaron por su trabajo en dicho lugar. De todos modos, en la gestión del flamenco por parte de la Junta de Andalucía siempre son posibles conceptos que parecen sacados de El Mundo Today, abundan constantemente conceptos increíbles. No estoy haciendo un análisis político ni partidista, esto no debe verse con una perspectiva en plan "los de ese partido", porque sus rivales políticos también tienen sus casos curiosos analizables. Y ese es el problema precisamente, no es cosa de las gestiones habituales de un partido político en cuestión, esto trata sobre una serie de conductas y asuntos demasiado generalizados, un problema transversal de ética política.
Es obvio y lógico que un festival o evento flamenco financiado con dinero público debe ser un servicio público. Es el terreno perfecto, por ejemplo, para propuestas arriesgadas que en el ámbito comercial del mundo real de las cosas tendrían más dificultades para encontrar escenario. Por supuesto, combinando ese riesgo con apuestas comerciales seguras que hagan al festival menos deficitario. Pero ¿Cuál es el peligro que siempre han tenido los festivales flamencos pagados con dinero público? Que en muchas ocasiones se han gestionado como cortijos personales. Es muy fácil jugar a trabajar en el flamenco cuando tu sueldo está asegurado, vas a cobrar lo mismo se vendan las entradas que se vendan, sean como sean los resultados mediáticos, suceda lo que suceda. Finaliza el festival o evento, y a ciertas cuentas corrientes llegarán las mismas cantidades en euros, pase lo que pase. Cada vez estamos más acostumbrados a ver que en los festivales flamencos de dinero público lo más importante, por encima de todo, termina siendo el acto de presentación, que los políticos de turno se hagan una foto con artistas delante de medios de comunicación regionales o locales, dependiendo del ámbito de acción que tenga el evento, ya que importa más decir a los medios locales que "tenemos un evento internacional" que si en realidad el evento es realmente internacional. Total, fuera del espacio geográfico municipal, provincial o autonómico en cuestión nadie va a votar a esos políticos, con convencer a los habitantes del lugar de que el evento a presentar es importante, y vender a los habitantes de la región o pueblo en cuestión de que el evento es importante e internacional gracias a los políticos locales, provinciales o autonómicos, según lo que toque, con eso les basta, se trata de convencer a quienes van a ser los votantes. Un señor de Burgos no va a votar en las elecciones autonómicas o locales de un pueblo de Andalucía o Extremadura. El resto de cosas del evento, si los artistas actúan en condiciones profesionales, si se venden entradas, si existe realmente una repercusión real fuera del ámbito local donde se realiza el asunto, todo ese tipo de cosas, muchas veces le da lo mismo a los políticos e incluso a los propios festivales. Sean o no sean acertadas y coherentes las inversiones publicitarias, independientemente de cómo se haya hecho la prensa, la repercusión de publicidad y prensa en venta de entradas... Independientemente de todo eso, todos van a cobrar igual. En ocasiones, incluso cobrando mucho más de lo que se ganaría por un trabajo similar en el mundo real.
¿A qué estoy denominando mundo real? Denomino el mundo real a lo que no se haga como burbuja protegida por dinero público. A depender directamente el beneficio económico de cómo sea tu trabajo. Tantas entradas vendes, tanto vas a ganar. Los zapatos o ropa flamenca que fabricas vendiéndose dependiendo de cómo sepas venderlo y la calidad del material. Claro, no es lo mismo que pueda doler el bolsillo propio que trabajar con un sueldo establecido y asegurado suceda lo que suceda. Por eso, en la "industria flamenca" española, es más fácil encontrar a todos los niveles un trabajo más profesional en el ámbito privado que en el público. Siempre hay excepciones, por supuesto, claro que existen asuntos con dinero público que intentan hacer las cosas bien. Pero como cómputo general, en España, sucede que la profesionalidad en el ámbito privado es muy superior a la profesionalidad en el ámbito público ¿Por qué, por ejemplo, un festival flamenco nuevo que apareció de repente, se ha situado muy rápido en primera línea de repercusión mediática y venta de entradas? Lo han conseguido con apenas dos ediciones. Es por profesionalidad. Se ha posicionado muy por delante de otros festivales flamencos de dinero público que van dejando de estar en primera línea, que en los últimos años pierden repercusión y público a cada edición. Aunque ese festival más nuevo tenga un porcentaje de ayuda pública, de base es una empresa privada, que a su vez viene con la experiencia de hacer otras cosas importantes por lo privado en otros ámbitos culturales. Claro, ese nuevo festival está obligado a ser un festival rentable, eso lleva a que el festival haga un trabajo profesional.
Mientras tanto, otros festivales juegan a los intereses políticos, a los cortijos, algunos incluso a buscar sobresueldos por mordidas. En algunos de estos festivales flamencos de dinero público, quienes lo dirigen cobran una cantidad de dinero público como programador, para además en paralelo ganar una cantidad similar o mayor programando los espectáculos a mayor precio de lo habitual, convenciendo a los artistas y sus managers de cosas. En plan "si yo no lo voy a pagar de mi bolsillo ni depende de la venta de entradas, paga el dinero público, entonces te pago como artista más de lo normal, y luego me das parte de la diferencia que hay entre tu precio normal y lo que vas a cobrar".
¿Qué es lo triste en todo esto? Que aunque existen honrosas excepciones, y muy honrosas por cierto, más de la mitad del flamenco realizado con dinero público se acerca más a un "vamos a ver cómo nos llevamos lo más posible gestionando una masa de dinero fácil" que a un "vamos a aprovechar que no hay riesgos y tenemos un presupuesto asegurado para hacer algo interesante y eficiente". En el ámbito público, debería ser exigible una profesionalidad similar a la que está obligada el ámbito privado si quiere sobrevivir. No solo es defendible, es necesario que exista el flamenco de dinero público. Pero siempre que sea un flamenco profesional, no una gestión del flamenco en la que se sitúen como principal objetivo los intereses partidistas, los cortijismos y las pequeñas mafias. Que el flamenco con dinero público sea un servicio público que beneficie al sector profesional en conjunto, que sea positivo respecto al desarrollo del flamenco con dinero privado. Pero que no suceda lo contrario, el flamenco con dinero público provocando distorsiones irreales que afectan negativamente al desarrollo del flamenco con dinero privado.
Por Jaci González
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